martes, 13 de septiembre de 2016

QUINTANA Y FROOME HACEN GRANDE UNA VUELTA PEQUEÑA

Ha terminado la Vuelta y con ella las carreras de tres semanas del año, y si bien la calidad media del ciclismo visto en las carreteras peninsulares ha sido bajo, la competitividad mostrada por los dos mejores corredores de grandes vueltas de la actualidad ha deparado algunos momentos brillantes. 

Aún así, este intenso duelo no nos ha librado de ciertos momentos vergonzosos. A un recorrido francamente mejorable, plagado de rampones imposibles, se le ha unido este año la total ausencia de sprinters de relieve, sin muchos corredores caza-etapas que equilibrasen el nivel. Los grandes velocistas han decidido reservarse de cara al mundial de Qatar, optando por un calendario alternativo y pasando de una Vuelta con fama de insegura (como pudo comprobar en carne propia Sagan el año pasado o Kruijswijk en éste).  De esta manera muchos equipos presentaron en Ourense su "versión Z" y otros lo hicieron como si viniesen de vacaciones, cosa que explica el paseo monumental de Urdax y la vergonzosa actitud del "autobús" camino de Formigal. 

La sucesión de cuestas de cabras no ha aportado nada, siendo la Camperona la única que ha supuesto alguna diferencia entre los grandes de la general. Las cuestas gallegas fueron de fogueo y el cacareado Mas de la Costa, que tenía más de atentado ecológico que de cima-mito, no hizo diferencia alguna entre los cuatro primeros. Sin Purito estos hitos del ciclismo pancartero han perdido su dominador y animador natural, si es que puede considerarse espectáculo ver a los corredores dando chepazos para superar unos porcentajes imposibles en los que no hay velocidad ni posibilidades de ataque. Sin embargo, el cuestacabrismo no está muerto. El ciclismo agradecerá la retirada del corredor catalán, aunque mayor desgracia sería su permanencia en el "mundillo" (imagínenselo de diseñador de recorridos, una vez más). 

En cambio sí puede hablarse de algunos aciertos, aún a pesar de la organización. La recuperación de la etapa del Naranco estuvo muy bien, con una fuga de gente importante que anduvo a palos todo el rato,  aunque la resolución dejase alguna que otra duda en el ambiente. También en Asturias, la etapa de los Lagos volvió a recuperar su prestigio perdido, sin duda gracias a la buena actuación de Quintana y a la extraña táctica de Froome, que decidió guiarse por el potenciómetro en vez de seguir a sus rivales directos y se marcó una remontada como aquella de Pantani en Oropa. Aún así, siguiendo la estela de los Zintchenko, Barredo y Piedra, Omar Fraile realizó una ascensión por encima de sus posibilidades naturales. 

En los Lagos, los líderes dan caza a los escapados. La posibilidad de un nuevo Piedra abortada. 

Después del fraude de Urdax, las dos etapas de montaña (Aubisque y Aitana) tuvieron un desarrollo notable gracias a la táctica de Orica, que decidió atacar de lejos mandando gente por delante, algo que hacía al menos una década que no se veía. Sin embargo, apenas hubo diferencias entre Quintana y Froome en ambas etapas: en la primera porque Quintana no pudo despegarse de Froome, que esta vez hizo de sombra del colombiano, y en la segunda porque estaba todo decidido, y fue el anglokeniata el que no pudo distanciar a Quintana en una subida sin la dureza necesaria para marcar diferencias. La primera contó con la victoria de Gesink frente a Elissonde y Silin; la segunda estuvo animada por las locuras de Elissonde y supuso la confirmación de Latour, un prometedor escalador que renuncia a las cadencias infernales y prefiere la tradicional "tranca" . 

El precioso y deforestado col de Inharpu.


Fue en la corta etapa de Formigal en la que acabó decidiéndose una Vuelta que por el momento comandaba Quintana, pero que presumiblemente iba a perder en la crono de Calpe. A una salida nerviosa, con repechos no puntuables, se unió el empeño de Brambilla y Contador, y el buen olfato de Quintana y los suyos. Sin parecer sobre el papel una etapa determinante y sin serlo claramente por recorrido y kilometraje, acabó siéndolo debido principalmente al blancazo (término acuñado y popularizado por ciclismo2005) generalizado del equipo Sky. Más que una cabalgada épica de Contador, la etapa de Formigal fue un duelo entre Movistar y Sky para dilucidar cuál es el equipo más preparado a nivel médico del pelotón. Sin embargo, dudo mucho que los Movistar hubiesen iniciado el movimiento de no haberlo hecho de forma suicida Contador. El madrileño comenzó la Vuelta cayéndose, despotricando a continuación sobre la necesidad de tomar tiempos a falta de tres kilómetros en aquellas etapas que no son de su conveniencia, y demostrando finalmente que cuando calla y actúa es mejor ciclista que con un micrófono delante. Camino de Formigal exprimió a Rovny y Trofimov hasta la extenuación, obligando al primero a entrar al relevo aún a pesar de haber hecho mención de descolgarse completamente fundido, y dio relevos como el que más. Pero también los dio Quintana, y sobre todo sus gregarios Rubén Fernández y Jonathan Castroviejo. El excepcional rodador vasco fue uno de los grandes protagonistas del día y su labor fue decisiva para la victoria de su líder.

Froome no sólo corre, también aplaude


Mientras tanto detrás, Froome perdía la Vuelta sin encontrar colaboración alguna, totalmente solo y desamparado. Los Orica se inhibieron, mientras el resto de Sky pasaban a engrosar un furgón de cola que fue creciendo paulatinamente y que acabó entrando a 54 minutos de Brambilla. Totalmente de paseo, lanzaron un órdago mafioso a la organización, a ver quien tenía "más huevos", si el organizador de excluirlos o ellos de tomarse el día de reposo. Como era de suponer, la bajada de pantalones de Guillén fue proverbial y digna de ser recordada. 

Así pues, la etapa de Formigal contuvo al mismo tiempo lo mejor y lo peor de la Vuelta. Fue decisiva y confirmó prácticamente la victoria de Nairo Quintana y supuso al mismo tiempo una demostración de poca profesionalidad por parte de 91 ciclistas que debieron ser expulsados. Entre ellos Adam Hansen, que de haber imperado las reglas del juego no podría hoy contar con su decimosexta vuelta de tres semanas acabada consecutivamente. Tampoco Magnus Cort Nielsen, Jean-Pierre Drucker y Pierre Latour deberían haber ganado etapa. El episodio ha sido sin duda de los más lamentables de los últimos tiempos, que dice bien poco de la profesionalidad de los ciclistas, que se comportaron como un clan mafioso o un grupo de estudiantes irresponsables que decide pelarse en masa un examen. 

Omertà

No creo que esta Vuelta sea demasiado recordada en los años venideros. Quintana y Froome han mantenido un duelo digno, brillante por momentos, pero no memorable. Ha primado la igualdad entre ambos, y sólo el desequilibrio de fuerzas de las escuadras ha decantado la balanza en favor del colombiano. En los duelos de tú a tú, sólo en la Camperona y los Lagos fue superior Quintana. En Formigal fue determinante el bajón inexplicable del equipo Sky, que salió aturdido o con un mal carburante corriendo por las venas. En la crono, la mantis dictó su ley. En resumen, la victoria de Quintana fue merecida. Pudo consolidar su triunfo el único día que abandonó su actitud cautelosa y se lanzó a la ofensiva. 

De todas formas, no todo ha sido un diálogo Movisky. Orica y Tinkoff jugaron más a la ofensiva que las dos grandes formaciones. Los australianos se llevaron cuatro etapas, una de ellas con el exonerado Simon Yates, y un podium con el sonriente Chaves, que cada vez da más miedo. Sin embargo fueron Keukeleire, Gerrans y Howson los que hicieron el trabajo sucio, tirando entre llanos, para que la estrategia del "equipo del buen rollito" surtiese algo de efecto. 

Con lo todo lo dicho, quizá por desgracia permanecerán más en la memoria el duelo Cobo-Froome y las demostraciones metahumanas de Horner, el viejo que no se sentaba, que la reciente edición de la Vuelta.