lunes, 25 de septiembre de 2017

SAGAN HACE LO QUE QUIERE

Quedan apenas 4 kilómetros. Se han recorrido ya más de 270, se está a punto de entrar en los momentos decisivos de un mundial que se ha desarrollado dentro del guión previsto, sin excesivos sobresaltos ni emociones. Queda tan sólo el último repecho adoquinado y entran en la curva los dos ciclistas que parecen los más fuertes del día: Julian Alaphilippe y Gianni Moscon. Tras ellos, a pocos segundos, Vasil Kiryienka y Lukas Pöstlberger, y un poco más allá, casi lamiéndoles las ruedas traseras, el pelotón. Alaphilippe acelera en el repecho adoquinado, Moscon cede. Por detrás, Dinamarca acelera la marcha, pensando en su sprinter Cort Nielsen, desaparecido durante la Vuelta. 

Alaphilippe parece desbocado, camino de su mayor triunfo. Es un corredor nervioso, impulsivo, gesticulante como suelen ser los franceses, siempre reclamando algo de trabajo a los demás. Recuerda un poco a Virenque, también en la acumulación de segundos puestos. Esta vez no agita el codo ni mira para atrás. Moscon simplemente baja la cabeza, admitiendo que ha sido vencido, que no puede más. Moscon, el todoterreno italiano al que hace poco las cámaras habían pillado in fraganti en cola de pelotón siendo remolcado, en la mejor tradición italiana, por la ammiraglia del C.T. Cassani. 

Moscon y Alaphilippe


"A mí me da que ya tenemos campeón del mundo", dice De Andrés en la grabación de teledeporte que nadie vio (emitían un partido de exhibición de tenis, con Nadal y Federer, una pachanga entre amigos más amañada que cualquier criterium post-Tour). La imagen se congela con un Moscon agotado. Fundido a negro. La realización nos lleva a las imágenes del helicóptero. Los daneses tiran, mientras en carroza marchan Sagan, Van Avermaet, Gaviria, Matthews...La imagen se pixela. Una desesperada toma de una cámara fija, enfocando a un grupo trasero y a los coches que van tras ellos. El plano se prolonga demasiado, algo pasa. A continuación, las cámaras fijas de meta. Los nervios crecen entre los espectadores. A Alix, en Eurosport, se le escapa uno de sus "joer" entre dientes. Ya no hay imágenes. La carrera de un día más importante del año no tendrá imágenes de sus momentos decisivos. 

(pic.Sirotti)


¿Qué ha pasado hasta el momento en que Alaphilippe se adelanta, en pos de una posible victoria? No mucho, simplemente la repetición de un esquema que ha deparado pocos momentos intensos: escapada de corredores anónimos nada más empezar, con su interesante punto de exotismo, una caza exasperante, en la que el pelotón ha remoloneado y ha tardado en ponerse las pilas para cazar a la fuga cuando más tarde mejor, y una fuga táctica posterior. La típica fuga mundialística en la que le toca pringar a la nación que no ha colocado a nadie delante. 

La fuga inicial estuvo compuesta por diez hombres: el norteamericano Vermeulen, el sueco Magnusson, el sudafricano Smit, el filandés Manninen, el marroquí Mraouni, el azerbaiyano Asadov, el albanés Zhupa, los irlandeses Dunne y McKenna y el costarricense Andrey Amador. Por detrás, Vermote y los checos comandaban la persecución. Este grupo entró en el circuito y fue aguantando durante las primeras vueltas ante el lento despertar del pelotón. El finés fue el primero en descolgarse; el albanés y el azerbaiyano, en especial este último, dieron todo en cada subida, haciendo la goma; finalmente, se descolgó el marroquí, de golpe, como un fardo, a la manera de Kwiatkowski. Amador no desentonó en el grupo, siendo ésta una muestra más del bajo nivel de Movistar en los últimos meses. 

Vermeulen, Dunne y Smit encabezan la fuga temprana del día.


La posterior fuga táctica fue iniciada tímidamente por Marco Haller, al que posteriormente se añadieron corredores de las más importantes naciones, no ya peones sino piezas más destacadas en la partida de ajedrez que es todo mundial: Tim Wellens, Lars Boom, Odd Christian Eiking, Alessandro De Marchi (un habitual), Jarlinson Pantano, Jack Haig y David De la Cruz. El de Sabadell era directamente el mejor de la selección española, así que lo que para otros era un movimiento táctico, para España era la única carta a jugar en una partida perdida de antemano. Por detrás, Francia y Alemania tuvieron que ponerse a trabajar. Alemania intentó escaquearse lanzando por delante a Nils Politt, que no dio alcance a los escapados. Por su parte, Francia marcó el ritmo. Curiosamente los franceses no alinearon a Demare, cuando el circuito se demostró apto para sprinters fuertes. Una decisión controvertida propia del histórico Cyrille Guimard, otro carcamal como Mínguez. 

A falta de dos vueltas para el final fueron neutralizados por el grupo, estirado por Tom Dumoulin. El campeón contra el crono se adelantó una vuelta con su ataque, demasiado prematuro como para pensar en la victoria, y nulamente táctico al dar caza a su compañero escapado, Lars Boom. Una vez neutralizados, la selección española tuvo su canto del cisne con el ataque de Lluis Mas, que marchó escapado en un momento de calma por parte del grupo, teniendo el honor de pasar destacado por meta antes de la última vuelta.

Ésta comenzó con cierta calma. Se dejó marchar durante un momento a Langeveld y Martens, dos corredores poco peligrosos. Parecía la demostración de que todos daban por buena una llegada al sprint. Pero los franceses no parecían conformes. En el segundo repecho lo intentó Tony Gallopin, y una vez cazado, en la última ascensión a Salmon Hill fue el momento de Alaphilippe. Durante un momento se formó un cuartero cabecero con Terpstra, Gilbert, Alaphilippe y Moscon, pero los dos más viejos se abrieron de piernas ante el empuje de los dos más jóvenes, que se fueron por delante en pos de la victoria. Y del fundido a negro. 

Así que en esa situación se encontraba la carrera poco antes del apagón televisivo, algo impropio de un país tan del norte. La realización había pecado de un exceso de banderitas y paisajes en momentos trascendentes, y ahora, con el frío plano del público esperando tras las vallas, la calzada vacía, el triángulo rojo al fondo y un desfile insustancial de motos de carrera, la organización noruega estaba superando con creces aquellos momentos de tve, eitb y tv3 en los que, por chapuzas ibéricas, no se habían mostrado imágenes hasta la línea de meta. En una etapita intrascendente es un fallo perdonable (lo de la Clásica de San Sebastián, con moto condicionando la carrera, juega en otra liga). Pero en un final así, en un mundial, un corte de la emisión deja a medio mundo en ascuas. 

Por fin aparecen a lo lejos. Ni rastro de Alaphilippe y sí un grupo de una veintena de corredores. El final será, una vez más, al sprint. Un danés tiene unos metros de ventaja. Es Magnus Cort Nielsen, a la desesperada. Los italianos lo tienen controlado, pero las tomas aéreas muestran a Sagan moviéndose en las posiciones delanteras y adelantando a los italianos en una curva, como tiburón en la pecera. Llega la última curva del mundial: Bettiol va primero, Kristoff después y Sagan tercero. Kristoff, como es habitual en él, lanza el sprint de lejos. Es su especialidad, los sprints de fuerza, de lejos, con más de 250 km en las piernas. Pero Sagan tiene medida la distancia. Sale de su poderoso abrigo y le bate, por poco pero le bate. A un mundo llegan los demás: Matthews, Trentin, Swift, Van Avermaet... Sagan se coloca de esta manera en una posición privilegiada en el panteón arcoiris, a la par que Binda, Van Steenbergen, Merckx y Freire. Triunfando allí donde Van Looy, Bugno y Bettini fallaron, en el tercero consecutivo. Este último kilómetro ha parecido otra carrera, desligada del resto, en la que Sagan ha aparecido de entre las sombras para llevarse el gato al agua con una facilidad insultante. Una vez más.

Unos metros para el arco-iris (pic.Einar Kvalheim)


Ya por la tarde, por aquello de la vergüenza, comenzaron a circular las imágenes escamoteadas, sólo las del helicóptero, y en ellas se ve a un Sagan imperial. Ataca Lutsenko, y pegado a su rueda va Sagan. Más tarde Gilbert y Gaviria, y tras ellos va Sagan. Por fin parece que se destacan un poco Gaviria y Cort Nielsen, dando caza a Alaphilippe y Moscon, pero tras ellos llega el grupo y a continuación lo que se vio en el último km. con cámaras fijas. Sagan no ha perdido la cabeza del grupo, no retrasándose más allá de las seis primeras posiciones. 

Estas imágenes de Sagan demuestran su dominio de la carrera. Su primera vez, como en el caso de Freire, fue el momento de la geniliadad: lo que en el cántabro fue un movimiento astuto y coreográfico, en el eslovaco fue pura fuerza bruta, curvas trazadas con tiralíneas y suspense incluido. En la segunda, ambos salieron de la nada por sorpresa. Más Freire que Sagan, todo hay que decirlo. Y la tercera vez fue la del dominio apabullante para ambos, comiendo la moral a los rivales. Freire saliendo a rueda de Basso y Cunego en Torricelle está a la par de este Sagan neutralizando los ataques finales, en un juego sin gregarios en el que ambos son maestros. Las similitudes terminan ahí. Si en el caso de Freire las victorias se espaciaron durante cinco años, Sagan sólo ha necesitado tres. Si en su última vez Freire contó con una selección con carburante extra, con Luis Pérez y Valverde dominando, Sagan tuvo en su segunda a Juraj y a Kolar haciendo modestas labores de gregario. Si el cántabro amplió su dominio a Sanremo, con zarpazos inigualables, parejos en astucia y búsqueda imposible del hueco, Sagan parece otra persona en via Roma, más cohibida, con miedo escénico, cometiendo los errores de principiante que harían reír al Sagan inconmensurable de los mundiales.

En definitiva, Bergen ha sido un mundial bastante predecible, sin momentos espectaculares y sin ni siquiera esas polémicas internas que tanto gustan tiempo después. Moscon será descalificado por remolcarse; la televisión noruega hizo aguas;  los daneses quizá se excedieron en tirar, nublados por un hipotético triunfo de Cort Nielsen: ahí terminan las posibles polémicas. Pero los huecos ya han sido rellenados por lejanas imágenes de helicóptero. Un mundial que sigue la línea actual de mundiales mediocres, sin relumbrón, sin excesiva dureza, en exceso cuadriculados. Y en ellos, Sagan ha descubierto su particular fórmula mágica.